¿Podrías regalarte esa porción de tiempo? Salir de la ruta diaria, de la costumbre de las pantallas, de la hiperconexión virtual. Tres horas. El paréntesis necesario para despertar tus sentidos a otra forma de percibir, más lenta, incierta y profunda.
Solo así saborearás el verdadero tiempo, ese aroma perdido al que se refiere el filósofo coreano Byung-Chul Han; el tiempo de tu vida, que nada tiene que ver con relojes o calendarios, sino con el paso de las estaciones y los ciclos de la tierra de los que, lo creas o no, aún formas parte.

Ese es el viaje que propone un baño de bosque. Transitar la naturaleza de un modo consciente, deteniéndonos en lo ínfimo: las gotas de agua atrapadas en una tela de araña, una corteza quebrada, el tacto acolchado de una mata de musgo. Sonidos diminutos, grandes asombros. Escuchar el bosque e inevitablemente escuchar nuestro interior. ¿Cómo suena mi pisada sobre las hojas secas? ¿Y mi respiración? ¿Puedo distinguir los distintos estratos del rumor del agua? ¿A qué sabe el bosque?
Este tiempo es tu tiempo, puedes sumergirte en él por puro placer, sin una finalidad precisa; puedes volver a jugar. No temas el reencuentro con el espacio que hace miles de años fue tu hogar. Está grabado en tus genes. También nosotros somos bosque.
Así que apaga el teléfono. Cierra los ojos. Respira con hondura. Escucha el poema que el guía lee en este claro del bosque. Al otro lado de tus párpados, el baño de bosque ha comenzado.